En el sillón de la oficina, mi jefe, todas las mañanas hace una ruma con los periódicos del día. Hoy, el del tope era Perú 21. Nueva incursión terrorista, era el título, con gruesas letras rojas. Las letras no llamaron mi atención.
No quiero hacer un análisis semiótico de la foto de portada. Aunque sería bueno que algún experto lo haga.
La comisaría de Ocobamba está destruida. Sus ventanas son agujeros ciegos delineados de blanco. La comisaría de Ocobamba es verde agua y dos policías en medio de los escombros recogen una bandera sucia. Llamó mi atención la comisaría verde agua de Ocobamba.
No me impacto, debo explicar, la sincera crudeza que mostraba esa foto de primera página. Y debo volver unos años o muchos atrás para explicarme bien.
Cuando abrió la exposición Yuyanapaq yo estaba en la universidad llevando fotografía1. Susana, mi profesora, exigió visitar la muestra. Así lo hice. Una, dos, tres veces.
Luego llevé a mi mamá y mis hermanas.
Justo cuando entre a trabajar la muestra se mudó al museo de la Nación y fui yo la encargada de cubrirla.
Algo conozco, entonces, esas fotos.
Una de las primeras, casi a la entrada, dibuja una comisaría en ruinas. Llena de escombros, dos hombres recogen del suelo la imagen de Belaúnde salvada del desastre. La actitud de estos es la misma de los policías de Ocobamba: Más allá de la miseria y mezquindad, de la crueldad sin sentido, recogen un resto de dignidad.
Para mí la portada de Perú 21 esta mañana (en la ruma del sillón) fue transportarme a la exposición del Museo de la Nación con sus muros fríos. Fue volver a la casa Riva Agüero y escapar de ella para tomar una bocanada de brisa de mar, y luego llorar por esa voz de madre sin hijo retumbando en mis oídos. Antes, mucho antes, fue volver a mi niñez. Fue tener miedo al apagón y al bum ensordecedor y lejano, y más miedo al cuento de la muerte carcancha que me contaba la abuela Hilda (mientras esperaba que mis papás lleguen bien a casa).
La foto de Ocobamba me transportó a esa comisaría destruida con la cara de Belaúnde. Y esa comisaría me trajo a Ocobamba ciega y verde agua... Y no supe durante unos segundos donde estaba yo.
Quiero terminar con una frase esperanzadora, pero hoy no conozco ninguna. Análisis políticos tampoco hago. Cuando leo el futuro sólo leo líneas y me restrinjo a los problemas amorosos de mis amigas, nada puedo decir de lo que viene. Termino entonces con unas palabras robadas, que pretenden solamente calmar mi (propia) ansiedad: Tener una foto ante los ojos es una prueba irrefutable de existencia [Susan Sontag].
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viernes, 2 de noviembre de 2007
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