No eran las ocho y ya había salido de mi casa. Tomé un taxi.
Iba con la ventana abierta. 2 de junio, un día frío.
Era una de esas mañanas que te lamen la cara...
La humedad de Lima no me termina de convencer. A veces pienso en vivir en una de esas ciudades de cielo abierto; de sol eterno, de amarillo, blanco y celeste. A veces viajo a esas tierras encantadas, bendecidas por dios. Pero pronto extraño mi cielo plomo, mi mar plomo, mi vida ploma, mi Lima que te lame la cara con lengua helada de invierno.
...Los bronquios se me cerraron al poco rato. Inhalé dos veces del pomito plomo.
El chofer no tomó la vía expresa como siempre. Entró a Canadá, luego a Canevaro.
Al rato pasó por la calle de la chicharronería. Esa de las vedettes y los futbolistas. Estaba llena. El olor a chancho refrito llego a mí sin pudor...
Me provocó, confieso.
Luego, en una esquina junto al semáforo, vi a un
anciano tomar un brebaje verde. La vendedora al otro lado de la carretilla preparaba un otro vaso. La mujer mezclaba pociones rarísimas. Luego las sacudía en un acto digno de herméticos alquimistas...
Nunca me gustó el emoliente porque tiene moco. Sin embargo, un amigo me dijo hace poco que lo puedes pedir sin moco. Que ingenua soy a veces, era obvio... Igual su verdoso fosforescente y la sensación pegajosa de esa planta (que pueden no ponerle) me ponen nerviosa.
Llegué a canal 7 a las ocho en punto. Por Torres Paz, la puerta de atrás.
Extraños son los caminos de esta ciudad. Extraño es el camino que me llevó a canal 7 esa mañana de lengua helada
Iba con la ventana abierta. 2 de junio, un día frío.
Era una de esas mañanas que te lamen la cara...
La humedad de Lima no me termina de convencer. A veces pienso en vivir en una de esas ciudades de cielo abierto; de sol eterno, de amarillo, blanco y celeste. A veces viajo a esas tierras encantadas, bendecidas por dios. Pero pronto extraño mi cielo plomo, mi mar plomo, mi vida ploma, mi Lima que te lame la cara con lengua helada de invierno.
...Los bronquios se me cerraron al poco rato. Inhalé dos veces del pomito plomo.
El chofer no tomó la vía expresa como siempre. Entró a Canadá, luego a Canevaro.
Al rato pasó por la calle de la chicharronería. Esa de las vedettes y los futbolistas. Estaba llena. El olor a chancho refrito llego a mí sin pudor...
Me provocó, confieso.
Luego, en una esquina junto al semáforo, vi a un
anciano tomar un brebaje verde. La vendedora al otro lado de la carretilla preparaba un otro vaso. La mujer mezclaba pociones rarísimas. Luego las sacudía en un acto digno de herméticos alquimistas...
Nunca me gustó el emoliente porque tiene moco. Sin embargo, un amigo me dijo hace poco que lo puedes pedir sin moco. Que ingenua soy a veces, era obvio... Igual su verdoso fosforescente y la sensación pegajosa de esa planta (que pueden no ponerle) me ponen nerviosa.
Llegué a canal 7 a las ocho en punto. Por Torres Paz, la puerta de atrás.
Extraños son los caminos de esta ciudad. Extraño es el camino que me llevó a canal 7 esa mañana de lengua helada
Irisil. Está excelente.
ResponderEliminarDe verdad, me gustan mucho tus peripecias, tu extraña forma de mirar la ciudad.
Deberías publicarlas.
Ol.
EMOLIENTE... eso es lo que deberías consumir, tanto y más que prozac... EMOLIENTE... O COCA COLA? la respuesta es obvia, pero para ti es COCA COLA... EMOLIENTE... no sabes de lo que le privas a tus podridos intestinos (suena feo, pero un pedo te lo puede confirmar).
ResponderEliminarMi querida Iris, mi amiga (irreconciliable consigo misma), ahora vayamos a tu texto... Antes me decias que yo escribia feo, que adornaba mucho mis ideas... Ahora, no se que pensar. De pronto, copiaste mi estilo??? jajajaja... Se que me vas a odiar por esto; pero, ese es el costo de la libertad que he recibido de este tu blog...
De pronto me pregunto cuanto tiempo debe pasar para que me provoque terminar de leerte como periodista???
Ah, a mi tampoco me gusta como escribo.
Te quiero mucho CHOCLA.
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