Siempre me gusto la poesía de José Watanabe. Incluso antes de entrar a Canal 7 y descubrir que era el mejor amigo de mi antiguo jefe. Y verlo directo en el set verde, recitando aquella poesía a su madre muerta...
Luego, un día en que nada había que hacer, vi en la oficina una entrevista antigua, salvada del olvido y de un casette mohoso.
Eran, supongo, mediados de los 80, y el poeta hablaba de su niñez y de su tierra. Y en sus primeros recuerdos apareció la imagen de un relojero. Porque era aquél relojero, decía el poeta, el hombre más poderoso del mundo. El hombre que podía controlar el tiempo.
Y continuaba su monólogo ante los ojos atentos de un joven señor Hermoza: Y que ingenuos somos los hombres todos que creemos que con un reloj podemos controlar el tiempo. Y sin embargo, aquél relojero era su dueño absoluto...
Y escribió entonces una poesía al dueño y a los hombres todos.
Aquél relato me impactó más que ninguna de sus poesías...
Vaya que era un hombre hermoso.
lunes, 9 de junio de 2008
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Siempre admiré en Watanabe dos cosas: su poesía nigromante y el arte de hacer bello a un lenguado.
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