Mamére mandó que el recreo se extienda por 30 minutos. Y en ese lapso inesperado, fueron revisadas cada una de nuestras mochilas, carpetas y cuadernos. Y así, a los ocho, me acostumbre por fuerza a perder la libertad.
Las requisas, como en cárcel, se hacían año tras año en el decente colegio de monjas francesas instaladas desde hacía 80 años en la ciudad de Lima. Sin que a nadie pareciera fastidiarle.
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Aunque en mi colegio, uno de niñas, nunca fuimos golpeadas hasta sangrar (apenas de vez en cuando nos jalaban las coletas); los resultados años después, dejan mucho que desear. La creatividad es un bien escaso en las ex alumnas y es posible distinguirla sólo en aquellas que la cultivaron dentro del hogar.
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Ejemplos:
Las faldas altas eran rotas sin pudor y tenías que irte a casa con la basta colgada, llena de hilos chorreados. Si no traías el uniforme de educación física o el libro de matemáticas, era probable que te dejaran un par de horas frente a la estatua blanca de la virgen (la más tétrica de todas, personaje recurrente de mis pesadillas), en medio del patio principal, rezando 3 rosarios completos.
El arte nunca se difundió. La profesora de educación artística, única durante los 11 años, no promovió ningún tipo de goce estético. No sabía de arte moderno o contraculturas. Nunca habló de Duchamp, Klimt o Warhol. Para aquella señora que bordeaba los 70, el arte murió apenas con los impresionistas.
No estoy segura si fue el primer día de clases, pero el único recuerdo que tengo del salón rosado de 1ero "B" fue un incidente patético con Mére Lima Rose. Una peculiar monja hindú educada en París, que me gritó hasta hacerme llorar. Ella, me acusó delante de mis nuevas compañeras, de estar en falta con dios. Aparentemente le había molestado que mis cuadernos de religión estuvieran llenos de stickers brillosos. Mamá buena los había pegado queriendo hacerme feliz. Y me decía la mére, mientras yo sollozaba, que los pobres de mi país no tenían para stickers en sus cuadernos. Que mis cuadernos había que forrarlos con periódicos viejos y con bolsas en vez de vinifan (no de lindos colores turquesas): Así como si yo fuera también un pobre en mi país.
A esa educación estuve sometida durante 11 años en un colegio muy decente de Lima. Y no hace medio siglo, apenas era 1986.
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Bastante tarde me enteré de la muerte del educador Constantino Carvallo. Y más tarde aún, leí un buen artículo que recordando su sorpresiva muerte, destacaba también su labor como propulsor de la educación laica.
Posiblemente la teoría educativa deba dejarla a gente cercana mí, mucho más entendida en la materia. No obstante, algo conozco de educación que restringe y que enajena de las propias capacidades; contra la que luchó Carvallo, y que yo como muchos jóvenes, vivimos en carne propia.
No tengo nada contra la religión o el catolicismo. Pero si contra esta educación, que aunque no parezca de nuestros tiempos, existe todavía. Y que por obsoleta se esconde detrás de las faldas de la religión. Yo no estoy segura por qué. Supongo es, porque nosotros lo permitimos.
Muchos de los incidentes que pasé en el colegio son los peores recuerdos de mi niñez. Ahora de 28 cumplidos, entiendo recién, cuan cruel es someter a los pequeños a tan inútiles torturas.
Más allá de las críticas, la educación laica da en la práctica buenos resultados. Lo he comprobado personalmente. Conozco casi una docena de ex alumnos de Los Reyes Rojos (el colegio de Carvallo). Y cuando no visten como hippies: Ellos con largos cabellos, ellas con faldas poco conservadoras (dirían eso los detractores, a mí me encanta el look). Los ex alumnos del colegio de Barranco, son gente que no se cohibe facilmente ante lo extraño, capaz de enfrentar sus propias limitaciones. Y que al enfrentarlas, desarrolla todos los ámbitos de su creatividad.
La mayoría tiene profesiones cercanas al quehacer artístico, son competentes y éticamente cabales. Y sin embargo, no tuvieron la obligación de leer a diario pasajes aburridos de la biblia, perder clases de literatura todos los viernes porque debían ir a misa o achicharrarse bajo el sol 5 horas seguidas en un vía crucis demasiado realista. Son gente decente, tanto o más que cualquiera.
Eso quiero yo también para mis hijos, verlos crecer y convertirse en personas decentes. Cuando tenga hijos, claro.
A mi no me gustó nunca ir a clases. Mis profesoras como las monjas, fueron siempre mujeres feas, viejas, menopáusicas, solteronas y amargadas (excepciones contadas). Mis papás, sin embargo, creyeron que aquella fue la mejor educación para mi, una regida por normas estrictas, uniforme de falda escocesa y poco pensar. Se equivocaron.
A pesar que a Constantino Carvallo sólo lo conocí por sus intervenciones en prensa, a su obra si la conozco directamente. En mis amigos, una prueba viviente.
En los Reyes Rojos de Carvallo se ha desarrollado un sistema educativo donde los niños y adolescentes pueden ser sin restricciones. De esta posibilidad (la de ser libres) nace el respeto y la tolerancia. Luego y más allá de las posiciones político-religiosas, siempre dejadas al costado, los alumnos aprenden a iniciar (con placer intenso) un viaje largo e ilimitado: El viaje de la creación.
miércoles, 20 de agosto de 2008
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mujeres feas, viejas, menopáusicas, solteronas y amargadas
ResponderEliminarno tenían el look
Colegio de curas, externado, de varones ...
ResponderEliminarel soundtrack de mi vida escolar se podia resumir en prisoneros y Leusemia:
♫Había tanto sol sobre las cabezas♫
♫Al colegio no voy mas, ni huevón♫
Para los que vendrán: será laica, mixta, librepensadora ...
Requiem por Constantino, desde la auroa, dos reyes rojos lo escoltarán ...
Saludos