jueves, 1 de noviembre de 2007

Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, fotógrafo


En la vastedad de los cambios económicos, sociales y políticos que transformaron la fisonomía latinoamericana en el último medio siglo, terminaron por destruirse en el arte fórmulas realistas incapaces de abordarlos estéticamente. Más adelante, con la llegada de nuevos contenidos y enfoques de recambio (y al contrario de lo que pudiéramos pensar) no se asistió a un alejamiento de la realidad. Los viejos temas no se interrumpieron, pero fue su tratamiento, que con procedimientos distintos, se volvió más rico y revelador.

Se recompuso la crisis contemporánea de América Latina, en obras que preferían elementos existenciales e irracionales. Pero que al mismo tiempo se revitalizaron con la realidad urbana y los temas rurales. En este campo está Juan Rulfo (prosista mexicano), hombre registro de la experiencia latinoamericana que acabó de encontrarse en varios campos del arte, con formas lo suficientemente precisas y lo suficientemente depuradas para afrontar lo desmesurado y dramático de su entorno.
La obra literaria de Rulfo es breve pero densísima, sobre todo en la composición de los personajes, aparentemente sometidos a fuerzas sobrenaturales. Con el mismo espíritu, y abierto a nuevas posibilidades expresivas ingresa más tarde a los dominios de la química fotográfica.

En los últimos años viene generando alrededor del mundo gran interés la obra fotográfica de Juan Rulfo. Mucho más que una afición incidental (el legado completo comprende más de seis mil negativos), las fotografías de Rulfo expresan el mismo mensaje de su obra escrita. La fotografía como parte fundamental de la estética y sensibilidad moderna recrea y satisface su mundo fantástico maravilloso. Para él, la foto se convierte en un fabuloso instrumento intensificador de la mirada, en un soporte generador de nuevos conceptos.

El campesino está arando la tierra, está de pie en un terreno inestable junto a las bestias. Sobre él un cielo dramático se exagera por el contraste, la atmósfera parece tragarse al hombre. La humanidad se pierde ante el inmenso del paisaje. En una naturaleza dominante o dentro de monumentales construcciones, aparece perdido un ser. Todo lo que lo rodea es bello. Sin embargo es una belleza que abruma, que no permite humanidad. Un universo irreal en busca de protagonismo propio.

Como en sus libros, las fotos de Rulfo dejan un sabor amargo, una pretensión de justicia y venganza.

Y es que el hombre en el mundo de Rulfo no sólo se pierde. Sus personajes se diluyen. Se diluyen por ser tan poco ante tanto. Y en medio de este mundo fantástico, de revancha, intuimos que es la pobreza la clave final. La humanidad hace que el marginal se pierda en el tiempo y en el espacio. Nunca estuvo ahí, siempre fue un desarraigado. Tanto así, que ni siquiera la realidad logra tolerarlo.

Juan Rulfo aborda la realidad con extremada crudeza. Lo hace desde distintos puntos de vista. Desde las letras, con la narración de historias fantásticas y la reproducción universos irreales. Y desde la fotografía, captando imágenes de su pueblo, imágenes cotidianas, que no pretenden. Pero que transmiten, así no lo quieran, una sensibilidad exacerbada y un espíritu solidario ante el sufrimiento humano. Que transmiten todo aquello que rebosa a raudales de la personalidad y el alma del artista.

1 comentario:

  1. horriblegatonegroviernes, 22 octubre, 2010

    no creo que retrate la realidad con crudeza... me parece que lo hace desde el observador que sòlo retrata... No denuncia, no aminora, no empeora! esa es la poesìa de Rulfo, simplemente observar y reproducir atmòsferas onìricas....

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