domingo, 12 de julio de 2009

TIEMPO DE BAILAR (reflexiones sobre el asesinato de Marco Antonio Gallego)

Siempre escribo sobre amores fallidos, temas políticos o eso inédito que al pasar por la calle me causa indignación. Sin embargo hoy, a pesar de mi promesa de lo "inactual", me permito hacer una nota del momento. Me doy permiso para opinar o más bien para enlazar un par de ideas que desde ayer vienen martillando mi cabeza... Será que me llegó hondo por lo cercano del caso o porque cualquier asesinato siempre indigna.

Explico, el caso es cercano no por haber conocido personalmente al señor Marco Antonio Gallego. Es cercano porque alguna razón me lleva a tener 3 mejores amigos gays y otro bisexual. 7 u 8 a mediana escala. Porque alguna de esas inexplicables razones (bien explicadas por mi siquiatra) ha llevado a convertir mi círculo de amigos en una pálida esfera de sexo impreciso.

Amo a mis amigos, de eso no cabe duda. Los conozco bien, son buena gente. Lo malo, al mismo tiempo, es conocer bien sus aficiones. Son ahora, pasados los 30 años, hombres que describiría como seres generosos perturbadoramente sensibles. Así son hoy claro, aunque hoy no sean como antes, como hace 10 años cuando yo los conocí.

Leyendo la columna de Betto Ortiz en Perú 21, empiezo a recordar con miedo detalles escabrosos por los que nunca pregunté. Eso de estudiantes-medio pobres-mantenidos por viejos gays: verdad total (si así lo quieren, verdad a medias. Sumergida en la oscuridad ruidosa de una discoteca homosexual).

Nunca supe a ciencia cierta si mis propios amigos tuvieron uno de esos amantes. Realmente no lo supe. Sin embargo a mis recuerdos veintiañeros de las fiestas inacabadas en el Vale (o en la discoteca de Berlín cuyo nombre no recuerdo), llega siempre indeseada la presencia del "viejo", el "señor". Ese ente feo, horrible para nosotros los hermosos, poseedores de la más preciada juventud y de los pocos centavos guardados con precaución en la billetera.

El viejo invita a todos, incluso a la amiga hetero que anda perdida entre tantos ellos. Invita y se rodea de todos, y aunque yo misma me pregunto al principio ¿qué quiere este tío aquí? En poco me olvido de la respuesta y me dejo convercer de su bondad, de su absoluta generosidad... Se derraman las jarras de cerveza, las copas de piscinas y los 5 cosmopólitas que chocan en su nombre.

Esas fiestas para mí tuvieron siempre el carácter de lo intrascendente, de lo momentáneo. Si me quedaba la noche entera era porque andaba peleada con el novio. Si acaso me quedaba un ratito, debía huir antes que todos se escondieran en los baños. Sabía donde andaban si no los encontraba. Un polvo rapidito junto al water, sexo prestado con extraños, interrumpido de vez en cuando por los forzudos guachimanes de la discoteca miraflorina.

Igual bailábamos, todos bailábamos.

Los viejos no eran malos hombres, al contrario, eran (son) de lo mejor, tipos muy decentes. Profesores universitarios, empresarios exitosos, viajeros del mundo. Pero eran pobres también, hombres carentes de afecto, juventud y belleza. Lo que a nosotros nos sobraba (me incluyo, pues siendo la amiga streyt gozaba de casi todos los derecho del séquito) .

El implacable destino nos juega tarde o temprano una broma pesada, y el karma, persistente enemigo, aún de las más despaviladas vidas, revierte "ecuánime" contra todos. Mientras que en mis recuerdos divertidos quedan esas noches alcohólicas de una Lima impropia y maricona, mis mejores amigos se convierten en viejos. Hombres adultos y exitosos, que ahora gustosos pagan sus propias juergas. Y veo, sin necesidad de haber vuelto a pisar el Vale, como los littes gays (escondidos o no) se apegan poquitito. Porque es bueno pegarse al éxito y al dinero, y al dinero mucho más.

Pobre Marco Antonio Gallego, nadie merece morir así.

Por personas cercanas a mí, sé que fue un buen tipo. Generoso en extremo resguardó todo menos sus afectos. Era, dando una opinión desde lejos, un típico exponente de la nueva Lima (como yo, como mis mejores amigos, como tantos de nosotros que paseamos por ahí): gente sin cariños, interesada demasiado en ser querida, en ser reconocida por algo más que la billetera y el éxito profesional.

Pobre Marco Antonio que no mereció morir así, pobres de nosotros gente triste de Lima.

10 comentarios:

  1. pense que ese titulo sólo lo veria en el trome y otros. jaaj bueno saludos

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  2. no es cosa de tromes, es cosa de vidas

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  3. el título no me parece del trome nica...sentí al viejo o chiquiviejo y a la música cuando se movía junto a las luces. Pobre sujeto, fue lo mismo que pensé con lo de M.Jackson. El dinero se queda solo te vas solo te vas.

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  4. Son frases como "esa Lima impropia y maricona" o esa otra que dice "gente que quiere ser reconocida mas que por su billetera y exito profesional" las que me encantan de tu escrito. Tu escritura siempre me da ganas de ir a Lima y el tema de los amigos inevitablemente me recuerda a Jaime Bayly, quien vive aqui en Miami y cuyo libro, Los amigos que perdi, me vino a la mente leyendo sobre las fiestas y los amigos.

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  5. Arlena,
    Lima es jodidamente mentirosa si la conoces bien, hipócrita. Te vende una cara y esconde otra, ese es su gran defecto y su gran virtud. Pero bueno, vale la pena conocerla.

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  6. bueno, voy a pedir disculpas. no es cosa de trome... inclusive en el programa de rosa maría palacios... en todo caso el fondo es lo mismo. hay cosas mas importantes.

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  7. Me encanta la descripción de lugares y sentimientos, viví la lectura.
    Aunque al pobre de Marco Antonio lo hayas cambiado de apellido o de padre en algún lado de tu escrito.

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  8. si, error que acabo de corregir. Mil disculpas por el Garrido en vez de Gallego.

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  9. Me recordó a cowboy de medianoche, con Voight y Hoffmann...

    Siempre ví esos submundos de lejos
    prefiero otros...

    besos, después de tiempo!

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  10. humm donde escribes hoy egoísta solo en tu mente? y tus ojos son las teclas de esa Lima azul y ploma, solo un café más, vamos!!! sal de ese mundo de papel, alguna misión tendrás que tener en este mundo...inventa al menos y prepara otro café de los antiguos de cafetera.

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