miércoles, 7 de abril de 2010

triste Belleza

Una escuálida modelo de bello rostro a llegó ayer a Lima. Su peculiar travesía tercermundista provocó hoy los más intoxicantes comentarios, públicos y personales... "Posó en topples en la terraza del hotel", "paseó por Miraflores", "la vi, es perfecta, bella, es perfecta".

Aquella hermosa señorita tiene talento de sobra: Sabe caminar sin paso falso sobre las alfombras glamorosas de New York, luce espectacular cuando un millón de flashes la acorralan en la rue de Rivoli, no suelta ni gota de sudor cuando Mario Testino la fotografía sentada en el retrete. No dudo de todo eso, y además doy fe a los cables internaciones que exaltan su capacidad innata para producir escándalos planetarios y consumir extrañas sustancias adictivas.

Es bella y perfecta, más virtudes, temo, no posee. Dudo por tanto de la importancia de aquella señorita.

Tal cual. La llegada de Kate Moss me importa un cuerno. Es una mujer sin más beneficio que aquél dado por los genes en la lotería cósmica (de por sí absurda). Y vaya que esta no es una apuesta feminista, no. La belleza vale por supuesto, pero al carajo, hay mil cosas que valen mucho más.

¿Ejemplos?

Recién compré el librito de cierta escritora extranjera con la que tengo entrevista en un par de semanas. Antes, conversé de su obra con Pedro, un escritor limeño que hace algunos meses tomó con ella un taller de narración.

¿Qué tal? ¿qué te parece?, pregunté a Pedro, haciendo por supuesto alusión al libro. Es joven y bastante guapa. Su libro también está muy bueno. Algo parecido respondió Jorge, a quién encontré hace muy poco en la universidad. Está bien, es la típica porteña, castaña... guapa.

A mí me gusta verme bien y creo en el poder de las apariencias. Por supuesto, creo más en el poder de la cabeza. Aún no conozco personalmente a Samanta y sobre su belleza no especularé. Su obra, que ya leí, me pareció particularmente buena. Al terminarla me pregunté ¿por qué los primeros comentarios de mis dos amigos estuvieron relacionados con la condición física de la escritora?

Cuando leí a Bolaño nunca me interesó si fue guapo o no. Tampoco tuve interés en averiguar la edad de Gabo o la relación del apellido Tabucchi con el perfil romano clásico. A los hombres los leemos, escuchamos y seguimos sin fijarnos (demasiado) en las apariencias. ¿Estoy equivocada?

Hablamos de igualdad pero somos tratados diferente, a las mujeres se nos juzga por bellas o feas antes que por capaces o inútiles. Nuestro nivel intelectual muchas veces permanece anónimo sobre nuestras faldas o se desperdicia bajo litros de graso maquillaje. Entonces las niñas añoran las bellezas plásticas que ven en los televisores, esas bellezas icónicas, tristes, y vacías de muñeca barbie (muy parecidas a Kate Moss, la modelo perdida en Lima). Al lado opuesto, otras, bellas o no, reclaman enérgicas sus posibilidades de desarrollo, negadas una y otra vez, por una infame historia.

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