Eran todos iguales: hombres desgarbados, atiborrados de ropa ligera, de cabellos largos y medias sonrisas. Caminaban hacia la plaza central hablando en voz alta, soltando risas falsas y dejando a su paso tenues quejidos. Yo los miraba caminar desde la banca blanca, arrastrando los ojos tras la reja y marcando nuevamente su número en el celular... ¿entonces? quise preguntar desde la primera llamada. No lo hice. Él habló como siempre de temas triviales y yo relaté, sin pensar demasiado, el paso decadente de los hombres que burlaban autos frente a mí.
¿Nos vemos hoy día?
Nos vemos hoy día, respondí.
viernes, 18 de junio de 2010
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